5 mayo 2024
La Furia

“DIVINOS PODERES”.

Divinos Poderes

A Peporro, el bracero, el patrón del cortijo lo mandó al pueblo con dos mulos y un carro a comprar seis sacos de pienso, tres de harina y un jamón. Peporro se entretuvo en la taberna tomando unos chatos y, como hacía mucha calor, a la vuelta le entró la modorra y se echó una siesta a la sombra de un algarrobo. Al despertar, la pareja de animales habían desaparecido y Peporro, se nos convirtió de repente en un filósofo de la escuela senequista. Rascándose la nuca se hizo la siguiente reflexión: -Si soy Peporro me han robado dos mulos, pero si no soy Peporro, me he encontrado un carro. Cuando llegó al cortijo agotado y sudando hasta la rabadilla, el patrón defecó en toda su parentela recordándole, que era la enésima vez que le ocurría lo mismo, al tiempo, que le arreó una salvaje patada en salva sea la parte.

Dicen algunas lenguas de doble o triple filo, que el archiduque está en éxtasis e irradia una fulgurante energía hasta el punto, que a quienes se acercan para estrecharle la mano, se les carga automáticamente el móvil. La gente empieza a seguirlo como en “La Vida de Brian”, todos desean tocarlo. Hasta los más abominables pinochos con problemas de próstata por holgazanear, le solicitan que les haga un tacto rectal. Otros, le piden una imposición de manos para soltar los demonios que llevan dentro. En El Vaticano están preocupados porque como tienen la exclusiva de los milagros, temen tener que iniciar un proceso de beatificación que pueda acabar con un hombre rico, entrando por el agujero de una aguja al Reino de los Cielos.

Pese a su deficiente gestión deportiva, las cinco “Champions League” en diez años son sus poderes. El barón que estuvo en Tierra Santa durante la IV Cruzada, no cree en los milagros ni en zarandajas y tras realizar un recuento de las patatas calientes que el archiduque debe pelar, ve a un heterogéneo grupo navegando por el peligroso rio Zambeze en una piragua con más agujeros que un queso gruyere. En el lado derecho están los hipopótamos y en la parte opuesta, los cocodrilos. Tanto los hipopótamos como los cocodrilos lo persiguen con unos colmillos de medio metro y unas zarpas como los ganchos de una romana. El barón parapetado en una vida de experiencia, no olvidemos que su “ceboclick” lo puede trasladar cuando quiera a donde quiera, observa y escucha en silencio el run run que brota del rio al arrastrar la corriente sus turbias aguas. En tan revuelta situación el barón ya solo contempla dos posibilidades. Primera: que el archiduque pueda traer al Mbappe que conoció, no será gratis, y por carambola, se le arrojen los cocodrilos para pillar su parte, pierda el juicio y se convierta en el títere de la Tomasa. Segunda: no se de la situación y con moderación impostada, transformado en Enrique II el de las Mercedes, piragua en medio del remolino, nos haga un truco de magia para apaciguar a los hipopótamos.

En todo caso, habrá que mantener el oído pegado a las vías a la espera de que el tren de las ilusiones de nuevo pare en la estación y traiga juguetes para todos.

¿Seguirá Florentino el mismo cruel destino de Fausto, o será capaz de cambiar con sus divinos poderes la hiel por el vino para que sus súbditos, continúen comiendo perdices y bailando la Conga?. Como diría Peporro Angles Sánchez: “ya vemos llegao y nos vemos encontrao con un carro cargao. Pos vamos a empezar por el jamón curao”.

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