Una pequeña reflexión (2021-2022)

Cuando un futbolista decide “colgar las botas” y dedicarse a entrenar, como quien decide hacerse bombero, arquitecto, u opositar al cuerpo de inspectores de Hacienda, es porque además de sentir la llamada de la vocación, se considera capacitado para desarrollar ese trabajo. Los ex-futbolistas, en este caso, sobre todos aquellos que llegaron a la élite,  se presentan con unas credenciales muy favorables tras haber realizado un largo recorrido en el que absorvieron conocimiento y experiencia, pasaron por las manos de diferentes entrenadores desde infantiles hasta que se retiraron pasados los treinta años. No se puede decir que uno sea maestro de otro, como equivocadamente se dice de Ancelotti y Zidane, probablemente para adaptar un discurso falaz. Cierto puede ser, que alguno haya influido más que otros en la manera de pensar del novicio. A Zidane por ejemplo le gusta el trabajo de Guardiola, con quien estuvo unos días cuando éste entrenaba al Bayern fijándose y aprendiendo de sus métodos. Pero los entrenadores no se pueden adaptar a una  idea, todo dependerá de los jugadores que entrenen, de la plantilla que dispongan. Si habláramos de entrenadores que marcaron a Zidane, se podría hablar de Lippi, en una Juventus triunfal y que por entonces estaba considerado el número uno. Lippi pudo tener sobre Zidane una gran influencia. Seguro que muchos de nosotros, sobre todos los más antiguos, cuyos recuerdos se hallan más lejanos, se acordarán de algún profesor de su infancia mientras a otros los habrán olvidado. Aquel al que recuerdan, para bien o para mal, tuvo en sus vidas alguna influencia. Al entrenador de élite no solo se le han de exigir conocimientos técnicos, que los tienen, también han de presentar otros valores personales. “Todos somos hormiguitas que en nuestro tránsito vamos cogiendo de aquí y de allá para alcanzar por nuestros medios nuestro propio destino”. (Me cito a mi mismo)