4 mayo 2024
La Furia

El joven de los milagros.

San Carlos de El Palmar (El joven de los milagros)

Tic tac tic tac tic… El tiempo se detuvo.

Cerros Gordos ha visto alterada su habitual tranquilidad, peregrinos de todo credo y posición se acercan curiosos hasta la perdida aldea para venerar en su modesta iglesia, una talla policromada de la que se dice, realiza milagros. Muchos se trasladan a pie, otros en burro o a caballo desde todo el orbe y tras entregar una dádiva, se les permite pasar descalzos con un cirio en la mano hasta el sagrario. Después, se arrodillan ante la pulida imagen para efectuar sus rogativas. Los monaguillos recorren los pasillos balanceando los incensarios para ocultar el nauseabundo hedor que se propaga desde el confesionario. Allí, apretados como piojos en costura, se ocultan los pinochos para capturar la noticia o inventarla. Tras la puerta de la sacristía, el padre Damián observa a hurtadillas perplejo la insólita escena sin poder reprimir, una sonrisa burlona. Hay quienes dicen que la imagen no pinta nada en una aldea apartada del mundanal, en un recinto religioso tan insignificante, que debería ser expuesta en la catedral más grande del reino. Por contra, otros sostienen que Alcaraz no es un santo, que la reliquia no está bendecida por el Papa de Roma y por lo tanto, no puede hacer milagros. La imagen con la Copa de Wimbledon apoyada sobre su pecho donde late un corazón de león, además de una ingente afluencia de creyentes, ha atraído también a muchos embaucadores que se apostan en los caminos en lugares estratégicos para vender huesitos de santo. Algún que otro despistado se deja engañar y los compra.

En el principio de todo Dios creo el cielo y la tierra. Para despejar las brumas, se hizo la luz y germinaron las plantas. Para que pudieran crecer separó el día de la noche apareciendo los astros. Al cuarto día y al alba del quinto, pobló el mundo de especies animales: unas marinas que habitaron en el mar y otras aladas para que surcaran los cielos. No siendo suficiente creó otras especies para que habitaran el planeta: mamíferos, reptiles… Finalmente decidió crear al hombre y le concedió la inteligencia. En el séptimo día descanso. Pero antes de retirarse a contemplar su magnificente y asombrosa Obra, estableció una raza de semidioses que viven entre nosotros y que se distinguen por su aura.

Hay individuos que lo que no tienen de especiales, incapaces de realizar milagros como ganar dos torneos del “Grand Slam” con veinte años, estar en la final de otros dos y ser el “número uno”, lo suplen con cursos intensivos de interpretación en el “Actors Studio”. En cambio, hay personas que por la sencillez y la naturalidad que presiden sus actos, se las subestima cuando suelen ser las más brillantes. Nadie ya puede dudar de la capacidad de Carlos Alcaraz para consumar milagros. Por intermediación del barón, el alquimista Merlín le brindó desde niño la fórmula mágica de manejar el azufre, los rabos de lagartija, el estramonio, las semillas de ricino, las amapolas majadas, los metales para que mezclados sabiamente en el crisol, obtuviese oro. Alcaraz es un espíritu lúcido que ha alcanzado la “ataraxia” de los antiguos griegos convirtiendo su trabajo en perlas refulgentes y sabios apotegmas, en espectaculares y certeros golpes.

Si algo le repatea en las tripas al barón es la mentira, la manipulación desde la impunidad. Existe una frase atribuida a Mark Twain que leyó hace tiempo y resume el éxito que tiene la “agit-pro” de los pinochos: “Es mucho más fácil engañar a la gente que convencerla de que la han engañado”. En esa batalla se hipotecó el barón, en defender el mérito y el esfuerzo porque le respaldan muchos siglos de conocimientos. No olvidemos que su “ceboclick” puede trasladarle cuantas veces quiera del pasado al presente a sabiendas, de que la tinta que escurre de su pluma se disuelve en el agua como un azucarillo. “Sancho, siempre lo he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua en la mar”.

Hay oportunistas que pretenden ganarse el cielo en el último instante porque Dios no puso límites de tiempo para los arrepentidos, basta un acto de contrición sincero para que el Ser Supremo nos perdone. Con los pies de puntillas, con las palmas de las manos pegadas en posición de rezar, con un gesto genuflexo y a punto de levitar, el barón contempla el lejano fulgor que disipan las estrellas y con vivas lágrimas de emoción, pero sereno, da las gracias al Padre. Cuando un mito se va queda un gran vacío. En el tenis con gran orgullo y por suerte, los españoles no hemos tenido que esperar para llenar ese vacío.. Que nos dure mucho el murciano de El Palmar.

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